Soy José Luis, rescatador. Me gustaría informar de un par de cosas frecuentes y que acontecieron el sábado pasado, a la puerta de un abortorio madrileño. En ambas se puso de manifiesto la sumisión de no pocas mujeres embarazadas a sus novios o padres. 

1. Alrededor de las nueve de la mañana una chica muy joven apareció enfrente del local de violación de derechos humanos del siglo XXI, junto al que estaba aguardándola un señor que por edad parecía su padre, no siendo imposible que fuera su novio o compañero sentimental. Sea como fuere, acudí a informar a la chica. Y no pude hacerlo, ya que el citado acompañante con rotundidad ejerció de tirano, no permitiendo informar a la chica e impidiendo que ella recibiera información dirigida a salvar a su hijo, a un ser humano. Las mujeres deben decidir por ellas mismas si quieren o no recibir información, sobre todo si se trata de evitar un acto criminal, por muy democrático que sea.

2. Poco después otra pareja protagonizó la micropieza teatral habitual: el hombre bruscamente, con cara de pocos amigos y expeditivo me cerró todo contacto con la chica. En estos casos suele emplearse una primera persona del plural por parte del varón (¡¡¡no estamos interesados!!!), una especie de plural mayestático tiránico. “¡Que no, que no!”. Y ella muda y aislada.

En fin, la ley de la selva que palpita todavía; el menosprecio a la capacidad de la mujer, a sus cualidades; la poco deseable tutela feminista en manos de los que siguen, después de tantos siglos, creyendo que las mujeres son “tontas, frívolas, subjetivistas, manipulables por cualquiera, incapaces de decidir, cotillas intrascendentes, sentimentales que para emanciparse deben vacunarse de su ridícula feminidad”. La dignidad de la mujer, por el contrario, exige libertad para escuchar, para hablar o no con quien quiera en paz, sin tutelas machistas. Me gustaría transimitir esperanza a esas mujeres con pareja pero terriblemente solas con las que quizá me encuentre el próximo día: Buscad ayuda; no merecéis que os menosprecien, no consintáis que no os permitan salvar a vuestro propio hijo, que no nos permitan ayudaros.