Acabamos de llegar para hacer rescates en el abortorio Isadora. Poca gente por la calle. Parece que todos los abortos ya los han hecho. Es la mitad de la semana. No funciona el parquímetro, ni las aplicaciones, los inhibidores abarcan toda la zona.
Una pareja sale del abotorio, ella va despacio. Se meten en el coche de al lado del parquímetro. El chico nos coge el folleto de ayudas. Hablamos con el, ella nos escucha callada. Van en un coche caro. Hablamos de tender una mano cuando la vida diaria no acompaña, y se te viene todo encima. Les decimos que estamos aquí porque queremos que su hijo tenga una oportunidad de vivir. Ellos siguen callados. Parece que no quieren que nos vayamos. Al cabo de un rato nos despedimos. Tardan en arrancar el coche. Nosotros nos hemos ido calle arriba. Pasan en coche al lado nuestro y se paran. El chico saca una moneda y me dice:
«es para que pagues el parquímetro, por favor cogemela«. Les decimos que hemos encontrado monedas. El insiste un rato y después se queda ahí, con ganas de decirnos algo. Y de repente los dos nos dan las gracias. «Gracias de verdad», y se van.
Acaban de salir de abortar. Y me pregunto: ¿si hubiéramos llegado antes al abortorio? ¿Le hubiéramos salvado? Necesitamos a más providas. Muchos más. Pero voluntarios. Que salvar un bebe no sea con un sueldo, sino de corazón. Ana, Paloma, María, Cristina y Marta. Rescatadoras Juan Pablo II