Parecía una tarde cualquiera de trabajo en el quirófano de maternidad; con alguna que otra cesárea de por medio. Tras unas horas, llaman por teléfono para avisarnos a todo el equipo que se va a proceder a un parto de unas 22 semanas de gestación. A los minutos, tras preparar el material necesario, recibimos a la gestante y procedemos a colocarla en la mesa quirúrgica. Al ponerle las piernas para que se pudiese dar el parto, observo que ya había salido el cuerpecito del niño. Le doy una compresa a la ginecóloga para que recogiese al niño, y a continuación salió la cabeza; estaba perfectamente formado; mediría unos 20 centímetros, con todos sus dedos. ¡Era precioso! Pesó 490 gramos. Todo el personal sanitario estábamos consternados, y la madre desconsolada. Le puso nombre, y se despidió de él con mucha ternura. Esa tarde, me di cuenta de lo cerca que estamos los sanitarios de las vidas humanas, y cuan necesario y primordial es protegerla, desde el más pequeño al más mayor. Todos somos importantes. Gonzalo Morse. Enfermero, Rescatador Juan Pablo II.
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