Salen del abortorio Dator y nos acercamos por si quieren nuestra ayuda. Es una pareja, vemos que se paran a escucharnos. La rescatadora que va conmigo es su segundo día en rescates, solo escucha. No sabemos si han abortado o no. Observamos que andan con pasos cortos, cabizbajos…Nos confirman que ya han abortado. Quieren hablarnos. Les digo que «Vuestro hijo no era el problema», y asienten. Quieren dar marcha atrás. Les ofrecemos ayuda, para que sean libres de elegir lo correcto; y por favor no volváis a venir por aquí, ahora contáis con nuestra ayuda, nosotros os ayudamos». El sigue asintiendo, y ella responde «ojalá hubierais estado antes cuando entré, NO LO HUBIERA HECHO». Él, con brillo en los ojos nos da sentidamente las gracias, y repite: Gracias.
Nadie estuvo para reclamar el derecho a la vida de ese bebé en la puerta del abortorio cuando entraban. Nadie para dar esperanza a sus padres. Los rescatadores sabemos que no podemos estar las 24 horas. Y eso a veces nos deja muy mal. Juan y Lourdes, estudiantes, rescatadores Juan Pablo II
No entenderé jamás que gente que realmente no quiere abortar necesite charlar con unos extraños para cambiar de idea.
Quizás necesitemos hablar de amor para enamorarnos, para entender un milagro o para volver a vivir. Muchas veces nuestros esfuerzos son inútiles y un gesto de alguien “extraño” logre lo que solos no podemos. Creo que gestos como estos hacen historia. Historia con nombre y apellido.