
La rescatadora y yo pensamos que esas pocas palabras se han quedado en el aire. No parece que le afecte el aborto. Nos vamos dejando la conversación sin añadir nada más. Solo unas palabras.
Cinco meses más tarde, me ha llama pidiendo ayuda para denunciar a su novio, por amenazarla con un cuchillo varias veces, mentirle (le dice que se va a casar con ella pero en cuanto sale de España no quiere saber nada de ella), y por haberle destrozado obligándole a abortar. Por estar en silla de ruedas, ella pensaba que nunca tendría hijos. Sin embargo lloró de alegría cuando se enteró de que estaba embarazada.
Cuando me llama, en pleno confinamiento por el Covid 19, cinco meses después de abortar, llora: está sola y tomando antidepresivos, sin fuerzas ni para levantarse de la cama. No ve la luz. Su vida se está apagando. A cientos de km de distancia me siento impotente. Rescatador Juan Pablo II