El Dr Chenay, 99 años, católico ferviente y superviviente de aborto, atiende pacientes pese al virus. El doctor Christian Chenay tiene casi 99 años, pese a lo cual continúa atendiendo pacientes a pesar de que es población de riesgo por el coronavirus.
Hasta hace muy poco, los lunes y los miércoles, desde las siete y media de la mañana hasta las tres de la tarde, el doctor Christian Chenay recibía sin cita previa. Es el médico en activo más anciano de Francia. Ejerce en su domicilio, en Chevilly-Larue, en la Isla de Francia (departamento de Val-de-Marne), prácticamente un barrio en el sur del gran París. Está dispuesto a seguir hasta cumplir cien años «siempre que esté en forma», dice. «Somos solo tres médicos para 19.000 habitantes y soy el único que recibe sin cita, cojo a los treinta primeros que llegan», explicaba a principios del año pasado. En enero de 2019 podría haberlo dejado, pero los médicos que habrían podido sustituirle se instalaron en otro lugar: «Sigo por los enfermos. No podía abandonar a mis pacientes. Es una cuestión de moral«. Y también personalmente, al menos a la residencia para misioneros jubilados que visita desde 1951, donde no se han detectado casos de Covid-19: «A algunos les conozco desde que eran seminaristas. Se fueron para América, África y la India. Ahora son ancianos y pobres y no les voy a abandonar tras setenta años de relación».
El doctor Chenay es un católico ferviente y quiere «cuidarles y ayudarles a resistir». Es un ejercicio vocacional de su profesión. Tanto, que ha visto jubilarse incluso a uno de sus hijos, de 67 años, quien trabajó con él durante 37 años y recuerda que algunas personas se aprovechaban mucho de él: «No sabía decir que no». Esa bondad de trato y su capacidad de escuchar es lo que más valoran sus enfermos (algunos de ellos, sin papeles) en unos tiempos de un ejercicio de la medicina muy deshumanizado.
Su padre no quería tener hijos en el momento en el que su madre quedó embarazada, así que la obligó a abortar. Ella lo intentó con quinina e incluso con una aguja de tricotar, pero Christian se las arregló para «aferrarse a la vida», según cuenta él mismo, hasta que sus progenitores desistieron. Una vida increíble. ReL